Las empresas de seguridad biométrica y las entidades bancarias están dándose cuenta de que forman la pareja perfecta. Está claro que la banca ha subsistido durante siglos adoptando cambios de peso con mucha precaución y pies de plomo. Sin embargo, los tiempos actuales ya no permiten ese ritmo reflexivo de adopción de medidas antifraude.
Los nuevos tiempos exigen que la barrera de protección antifraude de estas organizaciones financieras sea sólida y robusta. Los bancos cada vez son menos físicos y más virtuales. A medida que el flujo de operaciones tenga lugar cada vez más en la nube en vez de entre cuatro paredes reforzadas y protegidas por cámaras acorazadas y guardas, las operaciones online tienen que resultar tan fiables o más que las que se llevan a cabo en una oficina.
¿Cómo sustituimos décadas de medidas fiables como la firma física, conocer personalmente al cliente y tener la certeza de saber con quién tratamos (KYC – Know Your Customer) y ese know-how intangible de empleados exhaustivamente formados para operar dentro de un espacio con múltiples medidas de seguridad física como una oficina bancaria?
La respuesta, como tantas otras veces, es la tecnología. La disrupción tecnológica en la que vivimos ha convertido nuestra visita al banco en unos clics en la app de nuestro móvil. Para ello, nos hemos dotado de nuevos instrumentos como contraseñas cada vez más complejas o tarjetas de coordenadas para que el sistema o el operador telefónico compruebe que soy quien digo ser.
Y esa es precisamente la debilidad del sistema. Lamentablemente, todos estos sistemas de contraseñas y comprobaciones múltiples son aparentemente robustos para los usuarios, pero presa fácil de hackers y crackers.
Además, el factor generacional todavía es significativamente reseñable. Los mayores no tienen, en general, la misma destreza tecnológica que las generaciones más jóvenes. Esto produce una falta de penetración altísima de este tipo de tecnología en grupos de edad mayores a 70-80 años.
La solución debe, por tanto, igualar (o superar) las medidas de un banco físico y ser accesible para todas las edades sin exigir una formación tecnológica especial. Desde principios de siglo se viene teorizando con el fin de las contraseñas y cómo la biometría vendría a sustituir a los nombres de usuario y contraseñas. Yo soy mi método de acceso, no una cadena de números y símbolos que, además de tener que recordar, debo cambiar con frecuencia.
La primera biometría en hacerse común fue la huella dactilar. En la actualidad, varios sistemas biométricos pueden servir de manera individual o conjunta para comprobar mi identidad en tiempo real y de manera continuada.
En concreto, el reconocimiento facial puede servir para verificar mi identidad comparando la fotografía de mi documento oficial de identidad o pasaporte con un selfie tomado en el momento, y poder así darme de alta como cliente de la entidad financiera y contratar servicios.
Este proceso, conocido como onboarding digital, se lleva a cabo en pocos segundos y consiste en escanear con tecnología avanzada mi documento oficial de identidad o pasaporte, capturando toda la información, verificando que la fotografía que aparece corresponde a la misma persona que está realizando el proceso y que, además, es una persona viva, que no se trata de una fotografía, una grabación o una persona con una máscara intentando suplantar mi identidad.
La combinación de soluciones de verificación de identidad complementarias parece la dirección inequívoca de la industria bancaria, que está adoptando en tiempo récord estas soluciones.
FacePhi, empresa líder en tecnología para la verificación de identidad de usuarios y Revelock, pionera en la detección y respuesta al fraude online basada en biometría de comportamiento, se alían para unir fuerzas y poner a disposición de la banca sus soluciones tecnológicas de manera combinada.